El autor y su personaje se acercan a la ruleta con la suficiencia del caballero que juega por placer, pero la atracción que ejerce sobre ellos la pasión del azar y la fortuna, los convierte en jugadores perdidos por la contingencia de la suerte. Dostoyevsky equipara la vida de jugador con la del presidario encadenado a la rueda de la fatalidad, en paragón con la dependencia del enamorado atrapado por la fuerza de su destino amoroso.