San Juan de la Cruz fue en vida un guía espiritual para las personas que aspiraban a un crecimiento personal y necesitaban ayuda en su búsqueda de Dios. La vigencia de este místico llega hasta nuestro tiempo con su obra, un saber que trasciende el tiempo e ilumina los caminos.
Su genio poético, desencadenado en la oscuridad y la tragedia personal, expresa el silencio de Dios. Esta paradoja, encontrar la presencia y plenitud divina en el silencio, fue el objeto de su enseñanza a lo largo de su vida.