Esta pequeña obra es un viaje por la isla utópica del pensamiento y la conquista de su territorio. Dibuja recorridos por parajes internos de la conciencia, mucho más reales que lo que uno puede asir y percibir con los sentidos, aunque no por ello deja de apoyarse en una historia y geografía significativas, reveladoras de las regiones internas de uno mismo que son análogas a las del ser universal. Parte de una situación concreta, y a caballo de la Vía Simbólica asciende a través de estados perfectamente reconocibles por cualquier ser humano, dada la naturaleza arquetípica del recorrido. Aúna la palabra y la imagen evocando un espacio y tiempo otro que cohabita con el cronológico, el del devenir cíclico que a su vez es un reflejo de aquello no sujeto al transcurrir, o sea de lo eterno.