Una obra traducida al castellano por Francisco de Quevedo y Villegas. "Se trata de un libro que rezuma suavidad, serenidad, optimismo y, al mismo tiempo, fuerza, firmeza, claridad de doctrina y exigencia ascética". Esta obra refleja "la sonrisa amable del amigo persuasivo y el pulso seguro de un director de almas exigente y alentador"."Estamos seguros de que la lectura de este libro estimulará, con su sal humana y su simpatía divina, a todo aquel que se asome a sus líneas con deseos de esponjar el espíritu y acercarse a Dios, que siempre está esperando".