Ninguno de nosotros puede prever lo que el Señor está haciendo nacer mediante los dolores de nuestra historia. Sin embargo, sí sabemos lo que se pide ser hoy a las personas consagradas, como sugiere el título del libro. Es decir, vidas que se entregan sirviendo a los demás, existencias fraternas enraizadas en la fe de Cristo, elegido como único Señor, y capaces de una fe resplandeciente como lámpara, como luz que brilla en una sociedad a veces confusa y olvidadiza de los valores esenciales.
Al seguir este itinerario se nos impulsa a buscar lo esencial, a poner nuestra confianza en lo que importa realmente. El testimonio de un radicalismo evangélico puede aún desafiar a las nuevas generaciones, al igual que puede siempre ayudar a la Iglesia, tentada a ceder a las lisonjas del poder, a tener fija la mirada y arraigado el corazón en su único Señor.