Las políticas sociales pueden ser un instrumento clave en los procesos de integración social de los inmigrantes o generar procesos importantes de segmentación y diferenciación social. En esto no sólo cuentan los aspectos culturales de su acción (los elementos de identidad, o la gestión de la diversidad cultural que aparecen en el sistema educativo, por ejemplo) sino, muy especialmente, los aspectos más materiales de la integración social (reducción de las desigualdades, mejora de las condiciones de vida, reconocimiento de derechos sociales). Por ello, la intensificación de los flujos migratorios suponen un auténtico reto para las políticas sociales (aumento de las demandas, adecuación a las nuevas necesidades,) y al tiempo abren una interesante oportunidad para su desarrollo (rejuvenecimiento de la población, revitalización del mercado de trabajo, aumento de las contribuciones sociales). Este juego de retos y oportunidades se articula sin embargo de formas muy distintas de acuerdo a la lógica implícita en cada sistema migratorio: mientras puede suponer un cuestionamiento del Estado de Bienestar por un lado (en ciertos países del norte de Europa), también puede estar poniendo las bases para su sostenibilidad económica y demográfica por el otro (en el sur de Europa).