Precisamente, en lo que se refiere a la religiosidad de los diversos grupos nacionales y culturales, el pluralismo de adscripciones que de forma paulatina pero creciente va brotando, plantea un conjunto no pequeño de retos a una sociedad antes tan tradicionalmente católica como la vasca que, al proceso de secularización galopante, ve ahora añadirse la aparición de comunidades nuevas con aspiraciones y donaciones de sentido muy distintas de las suyas.