Es decir, el hombre iniciado ha dejado de ser una nave sin timón, juguete del mar proceloso formado por las circunstancias de la vida, para ser un individuo que quiere y sabe dónde va.
Es el forjador consciente de su Destino futuro, por medio de una disciplina que gobierna las tendencias de su naturaleza egoísta o personal.
Todo hombre que cultiva un ideal, es en cierto modo un iniciado. Y esto es verdadero hasta en aspecto más burdamente materialista.