Si la presente carta fuera un prospecto farmacéutico diría que esta obra se encuentra rigurosamente contraindicada para los consumidores habituales de la pirotecnia filosófica más superficial, pero resulta de prescripción obligada para los adictos a la inteligencia y el rigor. A lo largo de sus páginas, la autora lleva a cabo una rigurosa y brillante tarea de análisis y de crítica, de reconstrucción y de prospectiva, del entramado teórico básico sobre el que sustenta lo que hace unas décadas se hubiera denominado nuestra visión del mundo.
Sorteando por un igual los peligros del inmediatismo más coyuntural y del historicismo más arqueológico, Alicia García Ruiz nos muestra la necesidad de pensar a la luz del presente la mejor herencia ilustrada. No lo hace limitándose a señalar las capacidades aún no desarrolladas de la misma ni apelando a una presunta deuda con quienes no alcanzaron a ver materializada su tríada revolucionaria, sino poniendo todo lo pensado al servicio de una transformación en clave emancipatoria de lo existente. O, si se prefiere, interpelando las ideas recibidas a la luz de las urgencias de nuestro hoy. Porque en lo que sigue no se aborda un mero debate de ideas, por importantes que estas puedan ser. Se trata de mucho más: de algo en lo que nos va la vida. Por decirlo con las propias palabras del título, nos jugamos impedir que el mundo se deshaga.
Manuel Cruz, editor de Pensamiento21