Es imperativo hoy que comunidades, gobiernos y agencias utilicen ampliamente la evaluación de impacto para fijar la mirada en la utilidad, en los cambios, en las transformaciones propiciadas por los proyectos de desarrollo para involucrarlos luego en el diseño y gerencia de políticas, planes y programas de mejoramiento de la calidad de vida de los grupos y la región en donde se adelantan.
La crisis social y ambiental que caracteriza a muchas de las sociedades que irrumpen en el siglo XXI exige a la evaluación de impacto luces y señales oportunas, eficientes y pertinentes que garanticen proyectos de impacto social, es decir, propuestas que desde su gestación pongan como columna vertebral las personas, sus necesidades y expectativas, uniéndose así al coro que iniciaron hace más de dos mil quinientos años los sofistas presocráticos: el criterio de medición es el ser humano.