¿Una familia de esculturas? ILCE, primera entrega de la Colección La tortuga voladora, es un relato insólito en el panorama de la literatura juvenil; un modo ameno y sutil de iniciar a los más jóvenes en el terreno artístico. Es un universo de personajes imaginarios, circulando en el mundo real y que palpitan, más vívidos que los humanos. En Ilce se entrecruzan las miradas. Dos enfoques paralelos y convergentes lo ponen en marcha: el de la autora -Tesi Rivera Blanco-, filóloga y prolífica cuentista, y el de la ilustradora -Nuria Hernández Rivera-, que estudia segundo curso de primaria y ya demuestra un estilo personal. Mágico encuentro el de ambas -madre e hija- que articulan la aventura de la protagonista. "Ilce entreabrió uno de sus redondos y abultados ojos." Así empieza el relato y el nacimiento de Ilce, su humanización bajo la mirada del artista creador, y desde aquí asistimos a su andadura como personaje. Narrado desde los sentimientos de Ilce, que pasa por una serie de viscisitudes, en el contacto con las diferentes personas que le toca vivir y con otras esculturas -Tom, Auto-, le proporciona al lector la oportunidad de ver el mundo cotidiano a través de sus ojos. Ilce, además, está enamorada de Tom. Como decíamos, la clave del relato radica en la mirada. Para mirar no se necesita ver, nos sugiere: "Para Ilce, Tom era apuesto, imponente, alto, grueso y maravilloso. (...) "Dios mío -murmuró Ilce sorprendida de su ingenuo e inesperado descubrimiento-. Pero si siempre me está mirando." He aquí lo que puede el corazón. La autora se ha metido en la piel de las esculturas y nos lo cuenta. Por lo tanto, esperamos la aparición de la continuación de la serie. Poder participar de este universo constituye una sorpresa y una incursión nada convencional en el mundo del arte. Silvia Adela Kohan