El amor y la locura ?o uno igual que otro?, términos que se enredan ante el avance de un tiempo que se va, y que restan como única guarida ante el totalitarismo de la realidad o de un fatum que nos persigue. Putas, perros, perras, niñas fatales, delincuentes, una nodriza, viejos, viejas traficantes de armas, etc., o puede que todos al mismo tiempo en un personaje colectivo que no encaja, que no da el perfil. Así, a la conciencia individual sólo le queda rebelarse, pero no es una rebeldía vanidosa, calculada y predecible, sino que nace libre para ir allá donde tenga que ir en busca de salida, refugio o socorro. La certidumbre de una partida difícil de jugar: vida o muerte, infancia o vejez, verdugos o víctimas. La locura y el amor, con todo su pundonor y patetismo, se nos acerca para mostrarnos que aún seguimos vivos y para recordarnos, como en esta obra, que la última palabra todavía es nuestra.