Destaca en su poesía un peculiar equilibrio entre la voluntad de desentrañar, de entender el mundo y la delicadeza con que le deja ser. El tono metafísico pero plástico, casi irónico, de su observación del «murmullo» de lo fenoménico revela la intensidad de su reflexión sobre la vida. En el diálogo que establece con la tradición ?las palabras heredadas? y con sus cíclicas rupturas, cultiva cierto sentido de la oralidad, del pensar en voz alta. En él, la naturaleza, acaso la presencia más definida en este libro, está íntimamente habitada por el «oculto canto incansable» de la belleza, del tiempo y de la muerte.