Pensar la literatura desde el paradigma del horizonte de sucesos abre posibilidades insólitas al viejo oficio de la narración. Por un lado, el universo en expansión, entendido como el desarrollo tecnológico, las comunicaciones, el progreso o el poder; por otro, el agujero negro, todo aquello que está fuera, lo que no participa, lo que no tiene suficiente masa y luz para ser considerado algo en nuestro mundo. El horizonte de sucesos aparece, entonces, como la frontera entre ambos: historias al límite, que no ocurren ni en un sitio ni en otro, marcadas por el caos del universo.
En estos relatos, contados con un lenguaje limpio y preciso, lleno de sutilezas y sobreentendidos, se mueven unos personajes confusos y desorientados que buscan el equilibrio y la lucidez con una emocionante dignidad. Carmen Peire los trata con extremada delicadeza, no exenta de humor y de ironía. Entre las diminutas moscas de un almacén y los viajeros espaciales en contacto con la luz de las estrellas, se agitan los sorprendentes personajes de estas historias donde cabe todo, el azar y la memoria, el deseo, el juego o la fantasía, la denuncia del mal y una inmensa e indesmayable ternura hacia los débiles y los oprimidos.