En la única entrevista que se le conoce, el autor confiesa: «Hay poemas que brotan de pronto: aparecen así y me resulta imposible retocarlos. Los poemas de Hombres que son como lugares mal situados no sé muy bien cómo los compuse; fueron escritos cuando estaba para entrar en el Monasterio y me hallaba como en estado de gracia absoluto». Y añade: «Sentí entonces que los poemas se nos dan. Construirlos es un ejercicio de obediencia».
Examinar al hombre, comprobar su transformación, investigar las razones que lo mueven y sospechar apenas el misterio que anida en su corazón es, sin duda, parte esencial del oficio del poeta.