«Tenía mi guitarra y estaba estudiando diversos textos religiosos. Pero no realicé el estudio de manera escolástica. En realidad, sólo estaba buscando consuelo. Y lo pedía de corazón, mediante oraciones. A veces uno se encuentra con la espalda contra la pared, sin nada que decir, y el único idioma que puedes utilizar es el lenguaje de la oración. De modo que escribí este libro de salmos con ese espíritu».