La Historiografía ha sido sometida en el curso de la época moderna tanto a su confirmación inicial de mayor rango humanístico como a su depauperación en el siglo XX por negligencia regional en sectores tan decisorios por su objeto como la literatura, la filosofía o el arte. El gran dominio contemporáneo estructural-formalista significó por principio la destrucción de los conceptos de tiempo e historia en el ámbito operacional de las ciencias humanas. Ya de la Ilustración cabe interpretar que desempeñó una función ambivalente en este sentido. Aún cabría argüir que nos hallamos ante una deficiencia o depauperación solidaria respecto del proceso conducente al nuevo estado de cosas actual, es decir la aminoración generalizada de los estudios humanísticos serios en favor de las simples prácticas profesionales; la aminoración de los criterios críticos y su relegación a los intervenidos medios de opinión pública; la imposición permanente de las ciencias sociales so pretexto de convergencia sobre las humanas propiamente dichas; la doble y paralela liquidación de las artes de la lectura y la memoria; y por último, digamos, el abocamiento a un resituado momento ?final? de la Historia y la progresión confirmada de la Globalización? En cualquier caso, todo ello no exime sino que exige, cuando menos, un análisis de los hechos y el intento de establecimiento de un diagnóstico bien fundado.