Para James, el relato de fantasmas era todo un arte y debía ajustarse a tres normas esenciales: la historia debe tener un marco moderno, para acercar la experiencia al lector, los fenómenos espectrales deben ser malévolos más que beneficiosos, pues se busca provocar el miedo, y debe evitarse escrupulosamente la jerga técnica del «ocultismo» con objeto de no ahogar la emoción directa que suscita la historia.
De los relatos que componen este volumen, Historias de fantasmas de un anticuario, comenta James que «El álbum del canónico Alberico» lo escribió en 1894 y lo publicó la National Review, «Corazones perdidos» apareció en Pall Mall Magazine, y que de las cinco historias restantes la mayoría las leyó a los amigos en Navidades en el Kings College de Cambridge.