* Con verdadero tono profético el autor hace un llamado general a recuperar la dimensión espiritual del ministerio cristiano, que, debido a confusiones de términos y roles, peligra por una malentendida profesionalidad.
Improvisación, superficialidad y descuido caracterizan muchas actividades de la iglesia, ya sea a la hora de hacer un programa de radio o de organizar una campaña de testimonio, o de presentar un programa de acción ante las autoridades civiles, cuando lo que se necesita es profesionalidad, esmero y dominio de la materia. En estos campos de actividad comunitaria sí que es preciso, imprescindible, ser profesionales, manejar adecuadamente los asuntos pertinentes. El error es extrapolar virtudes necesarias para actividades de corte social, político o administrativo, y aplicarlas al ministerio cristiano, la predicación del Evangelio y el cuidado pastoral. Aquí, el profesionalismo lejos de remediar males, crea problemas, antes que dar vida, mata.
El ministro cristiano no es un ejecutivo, ni un administrador de empresas religiosas, para eso hay ancianos, secretario y consejo de iglesia, es, ante todo, un siervo de Dios para la extensión del Evangelio y la edificación de los creyentes. La obra de Dios es muy diferente de la obra de los hombres. Es una obra de persona a personas, inspirada y guiada por la persona sublime de Jesucristo. Está más allá de lo profesional, porque, paradójicamente, tiene que ser más que profesional. Exige una dedicación completa en pensamiento, palabra y obra. Para esto no hay técnica que sea suficiente, excepto la comunión y el trato íntimos con Dios y los hombres. Los objetivos de nuestro ministerio son eternos y espirituales. No son comunes a ninguna otra profesión. Es precisamente por la incapacidad de ver esto que estamos muriendo, dice y defiende el autor de este libro con sobrada razón y peso pastoral por el ministerio cristiano actual.
Y continúa:
Nosotros los pastores estamos muriendo por profesionalizar el ministerio pastoral. La mentalidad del profesional no es la mentalidad del profeta. No es la mentalidad del esclavo de Cristo. El profesionalismo no tiene nada que ver con la esencia y corazón del ministerio cristiano. Mientras más profesional seamos, más grande será la muerte espiritual que dejaremos a nuestro paso.
«El mundo establece el programa del hombre profesional; Dios establece el programa del hombre espiritual. El fuerte vino de Jesucristo hace estallar el odre del profesionalismo».
El último libro de Piper, Hermanos, no somos profesionales, es uno más de los misiles en lo que se ha convertido el arsenal de libros contra la apatía y la rutina en la mayoría de las iglesias americanas. Greg Gilbert, pastor asistente de Capitol Hill Baptist Church en Washington, D.C.
Hay muchas más cosas dignas de comentario, que espacio para hacerlo. Este libro se merece una amplia circulación en nuestras iglesias, de modo que los pastores puedan ser desafiados a cumplir su llamamiento y los laicos ver lo que es realmente el llamamiento de sus pastores, Ray Van Neste, en The Southern Baptist Journal of Theology.
NOTA SOBRE EL AUTOR
John Piper es pastor en la Bethlehem Baptist Church de Minneapolis (Minnesota, EE.UU.). Estudió en Wheaton College, donde por vez primera sintió el llamado de Dios para entrar en el ministerio. Estudio en el Fuller Theological Seminary (B.D.) y en la Universidad de Munich (D.theol.). Ha escrito más de 30 libros, y predicado a lo largo de más de 25 años.