El relato de Caín y Abel ya nos advirtió que nacer hermanos no garantiza vivir en fraternidad. Pero a diferencia de estos, Bárbara e Irene, que desde hace años se aman en el rencor, no necesitan llegar a las manos para hacerse daño. Les basta el lenguaje. Un lenguaje quirúrgico y descarnado, de una extraña intensidad lírica, que empuñan como un arma para expresar su deseo de venganza:
«¿Te das cuenta de a lo que hemos llegado? ?le pregunta Bárbara a Irene?. A que la palabra hermana rasgue los labios». Y más adelante, Irene le espeta: «Si destruyo tu lengua te destruyo a ti si destruyo tu lenguaje destruyo tu mundo».
Incluimos asimismo El arte del teatro, una pieza breve, también inédita hasta la fecha en castellano, en la que él o ella («da igual», dice el autor) brinda a su perro toda una declaración irreverente de amor al teatro, un arte que, a su juicio, «se transmite por la sangre».