Argumento de Heraclito
Heráclito representa un auténtico reto para todo aquel que esté interesado por la Filosofía. El conjunto de sus sentencias, oscuro e intrincado, entretejió con pasmosa intrepidez las cuestiones más radicales de la filosofía perenne. Es verdad que escribió poco, pero sin duda pensó mucho. Lo confirman los restos de su libro, una colección de textos misteriosos (no podía ser de otro modo puesto que tratan de ese misterio que es la naturaleza, el hombre, lo divino) que desvelan un pensamiento propio y de nuevo cuño, no siempre entendido por sus contemporáneos. Todo ello, con la intención última de despertar a los dormidos y mostrarles el camino latente de la verdad.
El presente trabajo se ocupa de la concepción heraclítea de la naturaleza a la luz del pensamiento complejo de Edgar Morin, quien considera al jonio un precursor de sus ideas. Esta circunstancia explica que se haya adjetivado su cosmovisión como eco-enantio-lógica. El término encierra los aspectos básicos del lógos, que todo lo hilvana: por un lado, la tensión, la oposición, la inseparabilidad o armonía de los contrarios (aspecto enantiológico), donde los opuestos no se excluyen mutuamente sino que se incluyen en una unidad divina que los mantiene en tensión; por otro, la estructura dinámica de lo real y la inter-retro-acción de todos sus planos (aspecto ecológico), que preconiza una «nueva/vieja alianza» entre el hombre y la naturaleza, entre la razón y la vida: la relación «ántropo-bio-cósmica».
Se ha tratado, en suma, de llevar a cabo una labor de revitalización del pensamiento presocrático, de acuerdo con las pautas de la hermenéutica de Gadamer, o lo que es lo mismo, de estudiar el pasado sin perder de vista los problemas del presente, con las cautelas oportunas e intentando buscar un enriquecimiento mutuo.1