La fe cristiana ha tenido la suerte de ser purificada en sus imágenes de Dios en la ya larga confrontación con el pensamiento crítico de la modernidad. Hay imágenes de Dios que ya no son presentables en público. La ciencia moderna ya no acepta el Dios-hipótesis explicativa de los sucesos de este mundo, pero una ciencia actual que no se confunda con una metafísica no hará afirmaciones sobre la existencia o inexistencia de Dios. La reflexión filosófica tampoco encontrará ya argumentos para deshacerse de la creencia en Dios. El tratamiento «natural» que hacen las ciencias sociales de la religión historia, sociología, psicología negará la presencia divina inmediata como un sentimiento o la apariencia de esa presencia, pero con ello no se ha desvanecido la presencia de la que hablan los místicos y los hombres de Dios.
Podemos y debemos decir muy claramente que ya no hay lugar para determinadas imágenes de Dios. Dios no es un poder arbitrario e imprevisible que necesita un cinturón protector en forma de ritos o expiaciones religiosas para que no amenace al ser humano. Dios no es una Fuerza que hay que regular y domesticar, pero tampoco es un Poder al servicio de las limitaciones humanas. Dios no es evidente, pero no es una realidad exilada e ilusoria.
Tenemos que recuperar y vivir una imagen presentable de Dios hoy. Para esta evocación de Dios hay lugar en el corazón de los hombres y mujeres de hoy y en la cultura actual. Incluso habría que decir que en nuestro momento asistimos a un interés creciente por el misterio de Dios o de lo divino.
Los trabajos que componen esta obra nacieron al calor de los encuentros trimestrales que el grupo de los participantes mantuvo durante los tres últimos años en el Instituto de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (Madrid).