Podemos afirmar que los niños, niñas, adolescentes y jóvenes se convierten en el centro del proceso educativo cuando reconocemos quiénes son, cómo aprenden, cuáles son sus intereses, sus debilidades y fortalezas, sus entornos culturales y sociales. Solo entonces, desde la enseñanza, podemos ofrecer las mejores opciones para que todos se involucren activamente y le encuentren un sentido a lo que aprenden y al mundo en el que viven. En el enfoque educativo centrado en el trabajo en aulas heterogéneas las diferencias entre las personas no son reconocidas solo en lo discursivo sino también en las prácticas de enseñanza cotidianas: en el estilo de gestión institucional, en las actividades que se proponen en el aula, en los modos de interacción social entre los distintos actores de la escuela. Pensamos una nueva forma de utilizar el tiempo, los espacios y de poner en práctica la evaluación. A mayor flexibilidad, mayor capacidad tiene un aula y una escuela de contribuir a los propósitos de la educación para la diversidad. Este enfoque educativo busca propiciar tanto el reconocimiento de las diferencias, como su aceptación y valoración positiva, punto de partida para abordar el trabajo en las escuelas.