Este ensayo presta una voz a Galileo, colocándole en la tesitura de poder responder a Feyerabend. Ambos mantendrán así un imposible diálogo en un convincente escenario concebido por Jean-Paul Sartre para otros fines. Después de todo, no sólo Galileo escribió inmortales diálogos, sino que también Feyerabend recurrió a esta forma literaria, si bien en su caso concibiendo adversarios imaginarios mucho más necios que Simplicio. Se trata, en definitiva, de una discusión filosófica presentada heterodoxamente en consonancia con el heterodoxo autor austriaco.