Nada hacía presagiar una nueva catástrofe nuclear. Y, sin embargo, sucedió donde menos se esperaba: Japón, uno de los países más desarrollados del mundo. Hace veinticinco años, Chernóbil, ahora Fukushima. No hace falta esperar un nuevo accidente. Corren tiempos de indignación y esta pequeña octavilla es una primera respuesta literaria, producida en la urgencia de la situación. No tiene nada de oportunista ni de gratuito. En el momento justo del desastre, hace frente tanto al pasado de la lógica nuclear como a su porvenir.
Fukushima mon amour es una carta personal del autor a una amiga japonesa, recordando la feliz noche pasada en Tokio hace exactamente un año, antes del tsunami y de la catástrofe nuclear de Fukushima. Una simple carta que se va degustando a pequeños sorbos como aprendió el autor que se hace con el sake. El autor, que ha trabajado en una central nuclear lo mismo que ha participado en protestas escribe estas lúcidas páginas haciéndose eco de Hiroshima mon amour donde la protagonista recibía siempre el mismo reproche: "No has visto nada de Hiroshima".