"Mis poemas aspiran a construir un mundo personal que haga del límite y la carencia una superación y, si fuera posible, una excelencia. Ello no significa darle un cheque en blanco al destino y hacer del dolor bendición mesiánica. Pero hay que asumir nuestra vida como venga y con los materiales que tengamos levantarnos una morada habitable no solo para nosotros, sino también para quienes decidan leernos.
Mis conocimientos musicales me empujan siempre a convertir en ritmo cualquier vivencia estética. Tengo la sensación de que mi ritmo es bastante peculiar, pues usa casi sistemáticamente el verso libre, pero buscando choques entre los metros tradicionales: endecasílabos y octosílabos, por ejemplo.
El amor es para mí lo que da sentido al mundo y al arte. Como derivación necesaria del amor, se halla el erotismo. Hay que sentirlo y transmitirlo, en definitiva: como el amor.
Y, para terminar, una nota que no suele abundar en la poesía ni tampoco en la vida: el humor. Mi humor surge como compensación al dolor, sobre todo. Pero a veces baña delicadamente alguna explosión sentimental, tal vez para hacerme perdonar mi afición al fuego".