El título lo deja claro: mucho más importante que el amor y el sexo en sus diversas facetas es su paisaje, o sea, todo eso que los rodea e impide que constituyan una experiencia pura y unívoca, al estilo romántico. Inés Matute ya había demostrado en Autorretrato con isla (Baile del Sol, 2007) ser conocedora del carácter esencialmente relacional y, por tanto, conflictivo de la naturaleza humana. El amor y el erotismo no pueden escapar a ese esquema problemático y delimitado por infinitas aristas, punzantes y perfectamente ajenas a la concepción edulcorada que tanto han cultivado la literatura y el cine.
Que Matute es una escritora de raza lo demuestran el humor agridulce que destilan sus relatos y que suele cuajar en inteligente ironía, de acuerdo con una visión de la vida alejada de la ingenuidad o el idealismo; su cosmopolitismo, que permite que ningún contexto geográfico, cultural, sexual o profesional sea ajeno a su interés narrador; y la apertura tanto a los cuentos que respetan los límites de la realidad posible como a aquellos que, por su contenido fantástico u onírico, exigen un saludable reacomodo de la imaginación lectora. El relato es siempre un reto para la autora, y en esto se nota la calidad de los narradores orgullosos.
Un libro sorprendente que la distingue como una de las más originales cuentistas del momento.