Filipinas es el olvido en la crónica imperial española de una tierra en extremo rica en recursos, donde el clero campeo a sus anchas logrando que lo español fuese sinónimo de abuso y vejación. El que los frailes fueran propietarios de todo por encima del gobierno, no quita que su exquisitez llegase a divulgar que el café cortado con leche de mujer lactante, fuese el mejor mantenedor de la virilidad en el trópico.