Desde la consciencia de la escritura como forma de ficción y, por consiguiente, del poeta como fingidor, Casado pone en escena un entorno cotidiano, en el que se desarrolla la experiencia del sujeto poético, un ámbito formado por los objetos habituales, que conviven con el hombre actual, convertidos, a veces, en correlato del universo. El lenguaje directo y convencional que, sin embargo, no cae en el prosaísmo, debido a la emoción lírica que impregna los versos y a la tensión de las imágenes, ofrece, sin ironía, la plasmación de cualquier halo mítico, en el que se entrecruzan la historia personal y la colectiva.