Luego de más de veinte años de recuperada la democracia, la política en Chile se ha transformado en un campo habitado por extraños con sus paradojas: rupturas de lugares, roles, valores, relatos y proyectos; nuevas síntesis ideológicas con pretensiones hegemónicas que han aniquilado no solo las formas orgánicas de la política, sino también sus referentes de significado y las claves que hacen posible una representación compartida de la sociedad. A «la noche» del disciplinamiento implementado por la dictadura sobre políticos e intelectuales, sobreviene la oscuridad derivada de la sobredaptación concertacionista a partir de los años noventa.