La indiferencia ante la filosofía, y aun el aburrimiento, se ven hoy favorecidos por todo lo que distrae de pensar sobre el sentido y la justificación de la vida humana, y se ven abonados al otear la diversidad de soluciones brindadas a esas cuestiones. Pero ni esa diversidad es indescifrable, ni es verdad que podamos vivir por mucho tiempo sin querer justificar nuestras vidas. Pueden aburrirnos las teorías éticas, pero no nuestros problemas éticos.Este libro pretende disipar, con su contenido y con su método, dos reacciones frecuentes cuando se oye hablar de ética filosófica: desconfianza ante cierto adoctrinamiento e indiferencia ante algo superfluo.Es imposible discurso alguno y más en ética donde el autor no proyecte sus propias convicciones, pero si las expresa, en y con razones, entonces no adoctrina, sino que argumenta y ofrece bases para la discusión.