Diciembre estaba a punto de acabarse y apoyaba los pies en los abismos, a ras del suelo se iba con lentitud de larvas a hombros de cuanto no regresa. Diciembre buscaba su reposo en las buhardillas de viejos calendarios ya marchitos, sus bordes amarillentos rompían luces, agitaban las cítaras del aire anunciando otra luna, mientras subía un gas apenas ebrio al sol de las premoniciones.
La tarde sabía a champán y transparente júbilo, estallaban burbujas en los verdes oídos de las felices copas de los álamos blancos.
Se unían cicatrices con presagios armónicos, allá donde el cráter solitario se erosiona, descompone perpetuas distancias de cristal el pez de la lujuria e indagan los dioses en el vaho de la noche desiertos semejantes.