Esa primera idea de elaborar una bibliografía comentada se trasformó poco después en componer una antología con textos escogidos de todos esos libros de mi biblioteca y de algunos que primero estuvieron en ella y después se trasladaron a la de la Fundación del Español Urgente.
Textos de distintas nacionalidades: autores de la Argentina, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador, España, Guatemala, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, Puerto Rico y Venezuela, todos ellos copartícipes de una misma lengua y de una misma inquietud. Pero no solo son textos de varios países, sino también de épocas distintas, pues los libros seleccionados van desde mediados del siglo antepasado (1859) hasta la segunda década del siglo presente (2013). Más de ciento cincuenta años de opiniones sobre el buen uso del español y de avisos sobre los errores y los vicios más comunes en el lenguaje.
Y a distintas épocas y diversos países les corresponden también variadas visiones sobre la lengua española, mas todos los autores citados en la antología intentaban ?algunos siguen haciéndolo, y muy bien? lo mismo: avisar sobre los usos erróneos que se daban en el momento en el que escribieron sus obras y aconsejar sobre cómo evitarlos y cómo obtener una lengua lo más esmerada posible.
Cuando se revisan ese tipo de libros es fácil toparse, cómo no, con posturas puristas, rayanas con la intransigencia, que casi siempre surgen de la pluma de personas que no son propiamente lingüistas, sino sedicentes defensores del buen uso de la lengua. Y si bien en esta selección se procuró evitarlos, fue imposible que no se colaran en algún momento fragmentos en los que queda claro que quien los escribió pecaba de purista. Pero ¿acaso está libre de pecado alguno de los que llevan años dedicados al estudio del uso del español y a la revisión y corrección de textos, así como a la resolución de consultas idiomáticas?
Muchos de los textos aquí compilados son artículos publicados en los periódicos, casi todos con periodicidad semanal, que después aparecieron en forma de libros, como en el caso paradigmático de El dardo en la palabra, de Fernando Lázaro Carreter.