En el libro se estudian, por un lado, los elementos que el obispo navarro Pedro Cirilo Uriz y Labayru utilizó a mediados del siglo XIX con el fin de acondicionar el miserable estado en que se encontraba la diócesis después de un largo período de conflictos y la inexistencia de un pastor espiritual; y por otro lado, las relaciones que mantuvo con los diversos gobiernos moderados y progresistas. Esto le condujo a replantearse el papel que la iglesia leridana y española tenía que jugar en una nueva coyuntura histórica donde se hacía patente la pérdida de sus privilegios tradicionales y la imposibilidad de imponerse por la fuerza de las armas.