Muchos son los motivos que permitieron a Monseñor Álvaro del Portillo hablar con autoridad y con profundo conocimiento sobre el sacerdocio ministerial. En primer lugar, las actividades y ocupaciones que desempeñó al servicio de la Iglesia y de las almas le capacitaron señaladamente para llevar a cabo la delicada tarea diferencial que, en relación con otros carismas eclesiales -concretamente, el laical y el religioso-, se hará necesaria para captar con precisión la naturaleza y lugar del ministerio sacerdotal.
El que fuera durante cuarenta años discípulo de San Josemaría y su colaborador más próximo, hace de sus pensamientos una guía certera para profundizar en la índole propia del sacerdocio secular.