Cuando se cumplen 70 años del final del sitio de Leningrado, nada más pertinente que abordar, como han hecho Cynthia Simmons y Nina Perlina, las claves que propiciaron la resistencia de un pueblo a lo largo de 872 días de asedio, uno de los más crueles de la historia
No existía ningún libro que se centrara específicamente en las vivencias y actitudes de las mujeres de Leningrado, las verdaderas protagonistas de la ciudad sitiada. Los diarios, cartas, memorias e historias orales aquí reunidos, la mayoría inéditos, contribuyen así a llenar este vacío. Un libro cuyo valor reside no sólo en el relato individual, sino sobre todo en su aspecto coral de voces y testimonios. Mujeres de edades, profesiones, clases sociales e ideologías distintas, con un solo objetivo en común: la supervivencia y resistencia de toda una ciudad sometida a continuos bombardeos, al hambre y al frío glacial durante el durísimo invierno.
Si bien estas experiencias retratan un tiempo de pérdida, también trazan la cartografía moral de unas personas que, mientras se enfrentaban a circunstancias brutales y a la descomposición total de su modo de vida, aprendieron a convivir, a cuidar las unas de las otras y a luchar por su humanidad.
Durante el asedio, las mujeres mantuvieron con un esfuerzo sobrehumano el funcionamiento de fábricas, hospitales, colegios, guarderías, bibliotecas, huertos y teatros de la ciudad. Algunas decidieron expresar lo que vieron y vivieron con ese instrumento de la verdad y de la compasión que es la palabra, convirtiéndose en narradoras de historias de la Historia.
Así, los diarios y memorias de las doctoras Anna Lijachova, Yulia Méndeleva y Valentina Gorójova narran la importante labor que el personal sanitario desempeñó contra viento y marea en hospitales y escuelas de Medicina; Ksenia Matus, oboísta, nos cuenta el estreno de la Séptima Sinfonía de Shostakóvich durante el aseido; Valentina Busheva relata con detalle la dureza del trabajo en las turberas y en los batallones del carbón. Olga Freidenberg, estudiosa de la cultura clásica, prima de Boris Pasternak, con quien mantuvo una larga correspondencia postal, posteriormente publicada, escribe acerca del devastador efecto que el asedio tuvo sobre la psique humana y el cuerpo de la mujer, y en un momento dado se arrepiente, por ejemplo, de su mal genio en comparación con la tolerancia de su madre; la célebre pintora Ostroúmova-Lébedeva explica en su diario cómo organizaban las guardias de vigilancia en las azoteas; la bibliotecaria Lilia Frankfurt se desvivió por garantizar que la biblioteca pública no dejara de funcionar ni un solo día; Tamara Nekliúdova precisa el menú de guerra; mientras que Vera Miliútina describe la eficacia de los huertos que proliferaron en la ciudad; al tiempo que la artista Elena Martilla, una jovencísima estudiante de Bellas Artes, salía a la calle con su cuaderno para dibujar los rostros de los habitantes durante el asedio para advertir a las futuras generaciones del horror absoluto de la guerra. En definitiva, diarios, cartas, memorias y documentos que reconstruyen el sitio desde el corazón de Leningrado.
«Quieren destruir nuestra ciudad, la ciudad de Pushkin, de Dostoievski y de Alexandr Blok. La ciudad de la cultura y de los grandes lagos. Esta ciudad forma parte de mi vida. Fue en Leningrado donde me convertí en poeta. Yo, al igual que todos vosotros, tengo un firme convencimiento: "que Leningrado nunca será fascista".» Anna Ajmátova
«Quienes nos enviaron tanta muerte cometieron un error de cálculo. Subestimaron nuestra voraz hambre de vivir.» Olga Bergholz
«La aportación de Cynthia Simmons y Nina Perlina con esta colección de experiencias del sitio de Leningrado es fundamental.» Michael Jones, autor del libro El sitio de Leningrado, 1941-1944, Barcelona: Crítica, 2008.