«Querido Pierre, a quien nunca volveré a ver aquí, quiero hablarte en el silencio de este laboratorio, donde no pensaba que tendría que vivir sin ti. Y, antes, quiero recordar los últimos días que vivimos juntos». Con estas palabras abre Marie Curie la entrada de su diario (30 de abril de 1906) en la que recoge el terrible pesar por la muerte accidental de su marido Pierre, con quien había compartido pasión científica y descubrimientos cruciales acerca de la radiactividad, por los que fueron galardonados con el Premio Nobel de Física.