Zeuske nos propone una definición de la esclavitud («la disponibilidad sobre cuerpos humanos basada en una violencia real ejercida sobre esos mismos cuerpos y la degradación del estatus»), que va mucho más allá de sus dimensiones jurídicas, vinculadas al derecho romano. Si bien es una propuesta que, como él mismo afirma a lo largo del libro, no está exenta de polémica, tiene la virtud de englobar las diferentes modalidades en las que la apropiación y el reclutamiento de la mano de obra se ha realizado utilizando la violencia o la coerción directa.
La historia de la esclavitud es una historia de la humanidad. Y viceversa. No tiene sentido ya, en especial tras la corriente de estudios críticos en la que se inserta el presente texto, hablar de la esclavitud como de un periodo histórico previo al capitalismo, concluido felizmente tras la abolición. Como reza uno de sus capítulos, No hay final al final, y la esclavitud permanece, vestida con nuevos trajes, mudada en una nueva piel.