Por la parte de Swann se divide en tres partes, todas ellas variaciones sobre el tema del tiempo que inexorablemente queda atrás: «Combray», el pueblo de la infancia del protagonista, que lo rememora antes de dormir; «Un amor de Swann», o el despilfarro del tiempo en un amor, el de Odette y Swann, agostado por los celos; «Nombres de país: el Nombre», que gira en torno a los recuerdos de la adolescencia.
En A la sombra de las muchachas en flor, tras volverse poco a poco indiferente a la hija de Swann, Gilberte, el narrador visita el balneario de Balbec con su abuela y conoce a Albertine, «una chica de brillantes y sonrientes ojos y mejillas redondeadas y opacas». Pero en el pesimista universo proustiano esta afortunada connivencia resulta ser una concesión caprichosa e imprevisible, un don gratuito ante el cual la única actitud válida es la disponibilidad.
En La parte de Guermantes, tercer volumen de los siete que componen la monumental obra de Proust, presenciamos el ingreso del joven Marcel en el soñado mundo de la aristocracia. A la elegancia de los salones servirá de contrapunto fúnebre la sombra de la muerte.
En Sodoma y Gomorra, mientras espera en el patio de la duquesa de Guermantes, contemplando la polinización de sus orquídeas, el narrador observa en secreto el encuentro sexual entre dos hombres, el barón de Charlus y Jupien, una escena representada según las leyes de un arte oculto. De este modo comienza una meditación profunda sobre la sexualidad y el deseo, alimentada por la atracción que el narrador siente por la bella Albertine.
En La prisionera, el narrador recluye a Albertine en su casa de París para alejarla de las tentaciones lésbicas, al tiempo que desarrolla su particular teoría sobre los celos, el placer sexual, los remordimientos y toda la gama de sentimientos encontrados que produce en el ser humano el amor. Sus digresiones en torno al arte, como la famosa disquisición engendrada a partir de la muerte del escritor Bergotte y de un cuadro de Vermeer, Vista de Delft, se traducen en algunas de las páginas más hondas, emocionantes y turbadoras que sobre la pulsión creativa se hayan escrito jamás.
En Albertine desaparecida Proust prosigue su detallada y obsesiva narración de los delirios amorosos, de la angustia del deseo y, en especial, de los celos, el sentimiento que alienta con mayor fuerza en estas páginas, protagonizadas por Albertine, una de las amantes más perdurables de la literatura universal. Un peculiar tour de force en torno a la figura de la amante ausente y del dolor por el cuerpo perdido.
En el séptimo y último volumen, el narrador ve desfilar ante sus ojos a todos los personajes de su vida, cruelmente golpeados por el tiempo. En plena Primera Guerra Mundial, el barón de Charlus sigue buscando amantes bajo el fuego enemigo que cae sobre París, al tiempo que Marcel sigue rememorando episodios de su infancia. Para muchos críticos, El tiempo recobrada constituye el libro más intenso y turbador de toda la serie, un verdadero baile de fantasmas en el que el tiempo celebra su última representación.
Reseñas:
«Ojalá pudiera escribir así.»
Virginia Woolf
«Un cuento de hadas, una de las mayores obras maestras del siglo XX.»
Vladimir Nabokov
«Me has dicho a menudo que la extensión de las frases de Proust te extenúa. Pero espera a que regrese y te leeré esas interminables frases en voz alta: ¡cómo, inmediatamente, todo se organiza!»
André Gide, en su Carta a Angèle
«Las flores y plantas no poseen voluntad. Son descaradas, exponen sus genitales. Y así, en cierto sentido, son los hombres y mujeres de Proust... Descarados.»
Samuel Beckett
«No ha existido nadie con la habilidad de Proust para mostrarnos las cosas; su dedo índice es inigualable.»
Walter Benjamin
«Para todos aquellos que comenzaron a escribir al final de los años veinte o al inicio de los treinta, existían dos grandes e ineludibles influencias: Proust y Freud, que son mutuamente complementarios.»
Graham Greene
«Proust es un sistema completo de lectura del mundo. Si se admitiera ese sistema no habría en nuestra vida cotidiana incidente, encuentro, rasgo o situación que no tuviera ya su referente en Proust.»
Roland Barthes