Llegado un momento de su vida, el autor inicia una investigación incesante para conocer el origen de su apellido. Viaja cerca y lejos de donde vive, para encontrar libros de época, documentos oficiales y archivos familiares. Se remonta años atrás y descubre por qué un continuo flujo de jóvenes franceses viajaba desde el Cantal hasta España. La figura de su abuelo Julián, descendiente de aquellos franceses emprendedores a sus cuarenta y siete años, desa parece bajo un manto de silencio.
El manto de silencio pretende ocultar desencuentros familiares que Encarnación, su abuela, con sus tres hijos, quisieron dejar dormir en el olvido. Desde el legado que dejaron Encarnación y Julián, una gran finca agrícola de ocio y recreo, que aún existe, Valdehormeña, sentado delante de un horizonte de cebada, intenta reconstruir al abuelo del que heredó su nombre y del que le ocultaron su pasado. Quiere entender a la abuela, una mujer fuerte, generosa y admirable a la que conoció mayor, desgarrada.