Si la filosofía de Hegel adquirirá más importancia por el universalismo, se debe a que entronca perfectamente con el paso adelante, quizá definitivo, del occidentalismo como proceso ininterrumpido que guía a la humanidad hacia la unidad. Como si, imperceptiblemente, se hubiera descubierto la fuerza inexorable para determinar el destino que daría el impulso imprescindible con el que debiera actualizarse la civilización. Dentro del universalismo, entre otros elementos dinámicos, los derechos humanos representarán la síntesis del espíritu en evolución.
El Espíritu Universal podrá proyectarse mejor cuando el ser humano, además de estar introducido en el ensimismamiento colectivo, participe del género, el mayor modo de emancipación. Desde una perspectiva política supondría someterse a poderes igualmente universales. El universalismo que quiere ser un encuentro de sentimiento y entrega entre los seres humanos, se basa en que hay potencialmente un espíritu universal en cada alma humana, o, si se prefiere, en términos pseudocientíficos, en el inconsciente, que brotará definitivamente para establecer una comunidad universal, abierta a espacios ilimitados por la extensión de la concordia en las relaciones humanas.