En este libro se analizan las debilidades e insuficiencias de una ética que nace y se desarrolla con el triunfo del pensamiento liberal. El liberalismo tiene una doble cara. Es un progreso, en la medida en que afirma el valor casi absoluto de la autonomía del individuo, principio de los derechos humanos. Al mismo tiempo,
potencia la libertad del mercado y los valores que propicia una economía de consumo. Con la libertad como fundamento, una ética liberal es tolerante y laica, carece de dogmas, se nutre de principios abstractos, válidos y aceptados en teoría, pero con escasa incidencia en la práctica, como lo muestran la impotencia frente a la corrupción o las dificultades para educar cívicamente. Victoria Camps analiza la fragilidad de la ética de nuestro tiempo desde las teorías filosóficas que han estructurado el pensamiento moral contemporáneo con el propósito de conseguir lo que ha sido siempre el empeño de la ética: conciliar
la universalidad de unos principios con los anhelos singulares de los individuos, el interés público con el interés privado.