Argumento de El Temblor y la Ráfaga
Hay un temblor que quizás sea el hiperónimo de todas las emociones y ocurre especialmente en la espera. Hay una ráfaga que incluye por lo menos dolor y también lo que acontece. Son aparentemente dos espacios opuestos, dos mitades simétricas en un libro, separadas por un medianil. Todo se rompe en el medianil, todo se rompe ahí. Y en esa debacle del mundo, el yo enunciador es un ojo extraviado, una mirada confusa, dislocada, resignada, observando cómo todo se cae. Es difícil sostenerse en ese vacío, el puro medianil. Desde ese lugar, la dualidad temblor-ráfaga ya no es posible, parece más bien un falso mapa, dos planos de un mismo edificio superpuestos, impidiéndose, confundiendo: a veces hay ráfaga en el Sur del temblor como a veces hay temblor en el Norte de la ráfaga. Aquí entra en juego el lenguaje, la elocuencia de la sintaxis que se pone a significar cuando el sentido se escabulle. Deseo y realidad, presente y pasado, raíz y fruto intercambian los términos y el medianil se vuelve inhabitable. Pero el medianil, la frontera no rompe, la frontera no rompe porque no es un lugar. ¿Dónde estamos entonces?0