Miles de personas entran y salen todos los días de Bilbao a través del túnel de Malmasín. Pocas sospechan que sobre sus cabezas, en la cima de ese monte situado entre Arrigorriaga y Basauri, se hallan los restos de un poblado fortificado de la Edad de Hierro, el período inmediatamente anterior a la época romana. Francisco Panera se ha inspirado en esos restos para escribir El sueño de Akala, una novela en la que caristios y autrigones, dos de los pueblos que, como várdulos, berones o vascones, habitaron hace 2.000 años lo que hoy es territorio vasco, mantienen un pleito secular por el control de una posición estratégica en torno a un río que bien pudiera ser el Nervión. Los romanos deciden intervenir en la disputa y lo hacen como juez y parte. En ese marco se desenvuelven los personajes de esta novela, muchos y variados, desde un chico capaz de vislumbrar el futuro, a una anciana marginada por los suyos acusada de hechicería, pasando por una mujer que acaba de enviudar en extrañas circunstancias o un veterano tribuno romano cuya convicción en las bondades del Imperio está a punto de resquebrajarse. El sueño de Akala es ante todo una trepidante novela de aventuras, repleta de lances y giros inesperados. Pero, como toda buena novela, no renuncia a abordar cuestiones fundamentales, como el amor, la ambición, la lealtad o la libertad.