En esta narración se integran lo mejor del realismo del siglo XIX, la ingenuidad de los romances tradicionales y los trazos gruesos de los sainetes populares. Los personajes aparecen descritos con sabias pinceladas de color y tipismo, convertidos en arquetipos de una ficción plasmada para la posteridad con una estructura narrativa que ha sido trasladada a otras muy diferentes expresiones artísticas: música, teatro, danza...