El retrato de Dorian Gray es una narración de planteamiento fantástico -un retrato sufre el deterioro físico y mental que debería padecer quien sirvió de modelo, librándolo así del envejecimiento-, en la que Wilde arriesga -en un texto salpicado por sus ingeniosos epigramas- una inolvidable fábula y una reflexión acerca de la superioridad del arte sobre la vida y la moral mundanas.
Como decía Borges: «Nos cuesta imaginar el universo sin los epigramas de Wilde».