Pero el poder moderno, a pesar de su abrumadora eficacia, no es sólo gobierno, sino que sigue teniendo necesidad de la gloria, y por eso todos los aspectos litúrgicos, ceremoniales y aclamatorios, tan minuciosamente estudiados en este libro y que tendemos a considerar como simples residuos del pasado, mantienen, en nuevas formas, su vigencia. La transformación global de la economía capitalista en esa inmensa acumulación de espectáculos teorizada por Guy Debord, conjugada con la tesis de Carl Schmitt sobre la opinión pública como forma contemporá-nea de la aclamación, hacen aparecer el problema de la dominación de los media, con su ilimitada capacidad de imposición y penetración, bajo una nueva luz. No es ningún azar que el término Doxa, que en griego designa la gloria, omnipresente en la indagación sobre la arqueología del poder, sea el mismo que se aplica a la opinión pública, fundada en un consenso propiamente glorificante, diseminado sin tregua por los mensajes mediáticos. Ni tampoco que los teóricos democráticos y laicos del actuar comunicativo, con Habermas a la cabeza, corran el riesgo de verse emparentados con teóricos de la aclamación de inspiración tan opuesta como Peterson o el propio Schmitt.
A.G.
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GIORGIO AGAMBEN nació en Roma en 1942. Es profesor de filosofía en la Universidad de Verona y traductor al italiano de las obras de Walter Benjamin. Ha publicado, entre otros, Estancias (Pre-Textos, 1995); La comunidad que viene (Pre-Textos, 1996); Homo sacer (Pre-Textos, 1999); Lo que queda de Auschwitz (Pre-Textos, 2000); Medios sin fin (Pre-Textos, 2001); El lenguaje y la muerte(Pre-Textos, 2003); Estado de excepción. Homo sacer II, 1(Pre-Textos, 2004), Bartleby o de la contingencia en Preferiría no hacerlo. (Bartleby el escribiente de Herman Melville, seguido de tres ensayos sobre Bartleby) junto a Gilles Deleuze y José Luis Pardo, (Pre-Textos, 2000) y Lo abierto (Pre-Textos, 2005).
Ante el formidable desafío que plantean el capitalismo mediático-espectacular y las fuerzas irresistibles del biopoder, que han cronificado el Estado de excepción y que parecen anular de antemano cualquier posibilidad transformadora, Agamben esboza en esta obra un conato de respuesta, un punto enigmático, que tantas controversias ha suscitado ya. Frente al énfasis ingenuo en la productividad y en el trabajo que ha impedido (.) a la modernidad el acceso a la política como la dimensión más genuina del hombre, se afirma que la praxis propiamente humana es un sabatismo que, al hacer cesar las operaciones específicas del viviente las abre como posibilidad. Contemplación y vida inactiva aparecen, al hilo de un comentario a Espinosa, como los operadores metafísicos de la antropogénesis, que al liberar al (.) hombre de su destino biológico y social, le asignan a esa dimensión indefinible que estamos habituados a llamar política. En contraste con la concepción aristotélica, lo político no es ni un bios ni una zoe, sino la dimensión que la quietud de la contemplación, al desactivar las praxis lingüísticas y corpóreas, materiales e inmateriales, abre y asigna sin cesar al ser vivo hombre.