La frescura del estilo de tono oral, conversacional, tan apropiado para narrar hechos grabados con fuego en la piel y en el alma, contrasta con la belleza de las metáforas que jalonan los episodios más relevantes de la novela y multiplican las sugerencias del relato.
El lector que se adentre en las páginas de El Precio de la Vida sentirá el vértigo de la acción, la trepidante sucesión de hechos encadenados. Apenas hay descripciones y la ponderada combinación del diálogo con la narración le confieren al relato una proverbial tensión dramática.
A sus veinte años, Daniel Segador irrumpe con fuerza y originalidad en el panorama de la narrativa española.