Francesca es editora y adicta al trabajo; es la única parte de su vida que controla y que jamás la decepciona. El resto es una acumulación de catástrofes: un novio devoto, pero tan dinámico como un mueble; un jefe megalómano e ignorante llamado Mr. Big («No porque se parezca al tío bueno que se casó con Carrie Bradshaw, sino porque se apellida Bigazzi y posee un ego desmesurado»), que la esclaviza con la promesa de un ascenso; una amiga, Paola, que tiene que vérselas con un exmarido acosador; y una madre deprimida. Para combatir el insomnio que le produce todo esto, Francesca hace pasteles hasta caer rendida. ¡y eso que los odia!
Siempre a merced de los delirios de su jefe y del estado de ánimo de autores egocéntricos y narcisistas, como el candidato al premio Strega, Leonardo Calamandrei, Francesca se enfrentará a las pruebas más absurdas en sus intentos de averiguar cuál es la sutil frontera que separa en el corazón el hábito, la infelicidad y la seguridad del amor más maravilloso e imprevisible.