Argumento de El Montaje
El montaje se considera hoy unánimemente no sólo como un elemento esencial del «lenguaje cinematográfico», sino como el más específico de todos. Sin embargo, el cine nació sin él y casi puede decirse que lo ignoró durante sus primeros quince años de vida (a menos que consideremos como montaje el acto puramente técnico de encolar, de juntar con fines utilitarios dos bobinas, dos planos o de añadir un título, un crédito). Para entender toda la riqueza del montaje, resulta apasionante rastrear los signos que lo anunciaron en el cine primitivo, seguir los momentos clave de su aparición durante los años diez y veinte, en paralelo a la lenta institución de un nuevo modo de representación, y observar, por último, su desarrollo hasta la actualidad. El montaje no es un medio «natural» ni tampoco el fruto de una revelación inesperada: es el resultado de una evolución dialéctica continuada y a menudo errática, tan dependiente de la experimentación formal de ciertos cineastas como de la progresiva maduración de la mirada de los espectadores. Porque el montaje, ante todo, está en aquel que mira. Las tesis del autor se apoyan en una rica iconografía constituida por secuencias de fotogramas de grandes clásicos del cine, así como en documentos varios, entre los cuales se encuentra la reproducción de los instrumentos de trabajo de los montadores en la práctica de su oficio.0